Buenas. Gracias por estar ahí.
Te invito a retroceder en el tiempo hasta los años 90, cuando el papa era Juan Pablo II (pero podría haber sido cualquier otro hasta entonces).
“El obispo Giovanni cargó el revolver y apuntó a la sien de Su Santidad; quería hacer un puré de Papa, pasar a mejor vida aquella vieja amistad.”
Así empieza La autopsia del Papa, un proto rap que escribimos con Sometidos por Morgan en 1998. En diciembre de ese año lo presentamos con toda la pompa de que la fuimos capaces en la capilla del Centro Cultural Recoleta, en CABA.
El espectáculo se llamó “Navidad hereje” y excedió largamente la presentación en vivo de la canción en cuestión, porque incluyó obras temáticas de artistas y dibujantes como Elenio Pico, Sergio Langer, Miguel Rep, Pablo Páez, Mariano Lucano, Mariana Pellegrini... Estábamos en una: musicalizamos un tremendo poema-escultura de León Ferrari, diseñamos un programa de mano con dibujos de Rembrandt; teníamos la fantasía de convertirnos en la banda más blasfema del país, algo así como los leonferraris del rock argentino.
No ocurrió.
No fuimos los primeros ni tampoco los últimos en escupir sotanas. Ejemplos de artistas de rock que dedicaron parte de su obra a poner en cuestión valores, instituciones y mandatos religiosos hay a patadas. No en vano, el rock supo ganarse el mote de “satánico”. Nunca fue necesario hacer que un disco de vinilo gire al revés para escuchar mensajes anti-cristianos. Mirá este gargajo de The Damned.
A Sinéad O’Connor, meterse con el Papa le costó carísimo: en 1992, la irlandesa decidió denunciar los numerosos casos de pedofilia por parte del clero en el programa Saturday Night Live. Cantó a capella y rompió una foto del papa Juan Pablo II en cámara. Nunca volvió a tener el éxito que había alcanzado unos años antes con su versión de “Nothing Compares 2 U”, de Prince.
Sin la repercusión de la cantante que falleció en 2023, el punk español ha sido pionero en esto de agarrársela con el Papa y el Vaticano. Mirá.
Siniestro Total tuvo un tema titulado El Vaticano va a arder; La Polla Records grabó Banco Vaticano y Dios; Escorbuto Crónico, a las piñas con la metáfora, cantó Quiero ir a Roma a matar al Papa; más acá en el tiempo, una banda decidió llamarse Rat-Zinger a partir de su hit Matar a Ratzinger; M.C.D. (Me Cago en Dios) puso en jaque el sentido de la ironía con Viva el Papa; Ska-P también hizo lo suyo en Crimen sollicitationis.
Desde los Beatles y los Stones pasando por Madonna, Ozzy Osbourne, Marilyn Manson, Lady Gaga, Miley Cyrus, las polémicas más o menos religiosas protagonizadas por estrellas del rock y el pop han sido múltiples y variadas...
Hasta Francisco.
O sea, digamos... Antes, Bob Dylan había cantado tres de sus clásicos frente a Juan Pablo II (y otras 350 mil personas) durante el Congreso Eucarístico de Boloña, en 1997.
Pero en 2005, Joseph Ratzinger calificó el rock como un modelo de perdición para los cristianos, expresión pecaminosa y blasfema, y camino directo hacia el descenso al averno. El Vaticano retrocedió mil casilleros.
Hasta, otra vez, Francisco.
Bono, Peter Gabriel, Rod Stewart, Sting, Patti Smith, Juanse, El Zorrito Von Quintiero, Pato Fontanet... Francisco recibió gustoso a muchos artistas de rock; argentinos y globales; indiscutidos y muy polémicos. De 2013 en adelante, Roma se constituyó en sede de los encuentros más inesperados.
Hasta ex cagatintas de rock fueron a verlo de lejos. Francisco ni se enteró, pero un par de años atrás estuve ahí. Gracias, Guillermo Karcher.


Rarísimo, porque mi anticlericalismo no se agotó en “La autopsia del Papa”.
Ahora te llevo a 2003.
Ya sin instrumentos musicales, entrado el nuevo siglo recuperé la pasión anticlerical para volcarla en forma de tapas, notas, contratapas y hasta estampitas de la revista Barcelona.
(Siempre pensé a Barcelona como una banda de rock que en lugar de hacer discos, hace revistas.)
Si bien la mira estaba fija en la Iglesia como institución retrógrada, reaccionaria y por los siglos de los siglos al servicio de las oligarquías de turno, los disparos de la revista Barcelona apuntaron a los personajes más recalcitrantes: la contratapa del número 2 estuvo dedicada a Julio César Grassi (hoy condenado por abuso y corrupción de menores pero entonces capaz de manifestarse ofendido por medio de cartas-documento). Una de las tapas más polémicas de aquellas primeras ediciones fue la que llevó por título “¿El romance del año?”, con Terri Schiavo y Juan Pablo II en tierna y babeante imagen compartida.
Nada nos hacía dudar de nuestra militancia contra el Vaticano. La llegada del alemán Joseph Ratzinger a la Basílica de San Pedro y su entronización como Benedicto XVI consolidó todos los prejuicios.
Desde luego, en el staff de Barcelona sabíamos reconocer las diferencias entre un cura villero y Von Wernich, pero a la hora de trabajar sobre cuestiones eclesiásticas, el trazo grueso primaba por sobre la escala de grises. El histórico reclamo de la revista por el aborto legal, seguro y gratuito encontraba en el combate contra los representantes de Dios en la Tierra el mejor fertilizante para que germinen nuestras barbaridades.
No había ningún motivo para que el nombramiento de Jorge Bergoglio como máximo jefe de la Iglesia Católica supusiese –al menos para nosotros– un cambio en nuestra línea editorial. Por eso lo recibimos como nos resultó más adecuado.
Sus primeros gestos de apertura nos desconcertaron. Y su decisión de acoger a los y las homosexuales en el seno de la Iglesia nos causó tanta sorpresa como incredulidad. El resultado fue una tapa que terminó siendo mucho más polémica de lo que imaginamos. A ver: si cuando se produjo un hecho de gran impacto en Córdoba se habló de “Cordobazo”, y si cuando el hecho es protagonizado por argentinos se habla de “argentinazo”, ¿cómo no caer en la tentación de que una noticia que afecta de manera directa a los putos lleve por título un enorme y contundente “¡Putazo!”?
El tiempo pasó, el Papa argentino continuó dando señales que iban en contra de nuestros escrúpulos, y su futbolera manera de dejar hacer durante los debates alrededor del aborto –es innegable que allí primó un “siga, siga”– derribó el último dique: Francisco no era un Papa más. Y no sólo porque había nacido en Flores, era cuervo y no renegaba de su presunto peronismo en sangre. Ni siquiera porque alentaba el trabajo de “curas rockeros” o grabó discos “de rock”.
Más por Francisco que por papa, de a poco Bergoglio dejó de ser blanco fácil para Barcelona. Se nos hizo cada vez más huidizo, menos obvio, más... ¡complejo! Una de las razones –acaso la principal– fue la calidad y cantidad de enemigos que se fue ganando, en muchos casos los mismos contra los que nos gusta creer que peleamos.
Ahora que se murió, las necrológicas ricas en análisis, repasos y contextos me empujaron a recordar primero, y luego a pensar: ¿qué pasó? ¿Adónde fue a parar mi odio contra la Iglesia? ¿Me volví chupacirios tan lentamente que no me di cuenta?
Las razones políticas, estratégicas, financieras, filosóficas o espirituales que pudieron haber llevado a Bergoglio a ubicarse a la izquierda del mundo me exceden por completo. Lo claro es que el brusco volantazo para la derecha que viene dando la humanidad en lo que va del siglo XXI terminó empujándolo hacia el lado opuesto, ese en el que nos vamos amontonando personas, movimientos, ideas que hasta hace no mucho parecía imposible que pudiésemos compartir algo más que el desprecio mutuo.
Milagros de la ultraderecha global y local: me descubro apenado por la muerte de un Papa. Estoy tan sorpresa como vos.
Andá a saber quién asume como capanga máximo del Vaticano. Es probable que no sea alguien que considere importante cuestiones como justicia social, paz, solidaridad, empatía, respeto, igualdad de oportunidades, trabajo, lío. Sería una manera muy poco grata de exponer el valor del papado franciscano.
No me voy a extender sobre lo interesante que resulta darnos la posibilidad de revisar cada tanto nuestros prejuicios. De eso se trata finalmente este posteo. Pasaron casi 30 años de “La autopsia del Papa”: no soy el mismo, nadie lo es. Sería necio convencerse de que seguimos siéndolo.
Entre las muchas enseñanzas que dicen que deja Francisco, a mí me toca esa.
Soy Fernando Sanchez y esto es Fui Rock, una newsletter más en tu bandeja de entrada sobre casos y cosas de la música de pendeviejos como yo.
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