Hola, ser leyente.
No te quiero cansar. Esta edición de #FuiRock tendría que haber sido entregada antes: disculpas por el delay.
Te dejo mi bio por si te preguntás quién soy.
Y te dejo el botón de acá abajo por si te pinta suscribirte por una módica suma mensual.
Igual leerla es gratis así que adelante.
Esta semana se llevó a cabo una nueva entrega de los Gardel, los premios con los que la industria de la música argentina se celebra a sí misma como lo hace, sin ir más lejos, la norteamericana con sus famosos Grammy. La ceremonia tuvo lugar en el bonito Teatro Coliseo y pudo verse en la tele por el mismo canal que transmite los Oscars, los Emmy, los Golden Globes y, claro, los Grammy; un marco que alcanzó para garantizar el nivel de glamour necesario para eventos por el estilo. Alfombra roja, fotos y poses pavotas, looks más o menos ridículos, declaraciones de ocasión, alguna provocación. Sobre el escenario hubo palabras interesantes. En momentos de mierda como el que atravesamos en el mundo y en el país, este tipo de tribunas suelen ser buenos megáfonos para ideas y consignas que no por previsibles son menos valiosas.
No es por presumir de pendeviejo, pero es así: en contra de mi propio prejuicio, son muy pocos los artistas ganadores 100 por ciento desconocidos por mí. CA7RIEL & Paco Amoroso triunfaron en cinco categorías, Trueno y Lali ganaron en tres y Charly –sí, García, por esa deformidad entrañable titulada La lógica del escorpión–en dos. También ganaron Dillom, Massacre, Gustavo Santaolalla, Peteco Carbajal, Nahuel Pennisi, Kevin Johansen, Nonpalidece, La Mosca, Teresa Parodi, Conociendo Rusia, Tan Biónica, Hernán Jacinto, Lidia Borda… Sabía de la existencia de La Joaqui aunque nunca le puse atención, y hace unos días supe que uno de los hits del año, que terminó en cuartetero jingle para vender galletitas, es responsabilidad de un chico cordobés cuyo nombre artístico es Luck Ra. Completos pero completos ignotos me son Peces Raros (ganaron en el rubro Electrónica), Arde la Sangre (Mejor Álbum Rock Pesado) y Olivia Wald (Mejor Artista Nuevo): veré qué me depara Spotify.
Nada mal, ¿verdad?
Ahora una cosa: si bien mi ignorancia se agiganta en proporciones preocupantes cuando me adentro en la lista de nominados, que no me resulte ajeno casi ninguno de los ganadores me genera dudas: ¿habla bien de mí o mal de los Gardel?
Lo dejo a tu criterio.
En mis años de cagatinta musical supe ser invitado a participar como jurado de premios musicales. Voté en varias ocasiones para los Premios Clarín y creo haber sido parte al menos alguna vez de los Gardel. Nunca me tomé el asunto demasiado en serio: ¿quién está en condiciones de decir que un disco o tema es “mejor” que otro? Encima hubo temporadas en las que la ceremonia daba bastante vergüenza ajena, de manera que la convocatoria no era como para andar haciendo alarde. Empero es justo reconocer que me gustaba ser considerado para el trámite. Además, con el paso del tiempo, el sistema de votación se fue volviendo cada año un poco más serio y probablemente más transparente, algo que en sus inicios era sencillamente desopilante.
Viene a cuento una anécdota.
Los Premios Gardel existen desde 1999. Los organiza Capif, la Cámara Argentina de Productores de Fonogramas y Videogramas, y si bien fueron cambiando en su formato y sus categorías, están instaladísimos como LOS premios de la música argentina. Antes, entre 1992 y 1996, el reconocimiento a las producciones musicales corrió por cuenta de la Asociación de Cronistas del Espectáculo que durante años entregó los –y sí– Premios ACE. Y eso sí que era cualquiera.
En esos años, con Daniel Riera editábamos la sección Música de la revista La Maga, y supongo que por eso nos invitaron a votar. Éramos pendejos, íbamos a todos los lugares a los que podíamos –en especial si era gratis–, y jugar a ser parte del establishment de la prensa de espectáculos nos era divertido.
No puedo precisar el año, pero sí la escena. Sería cosa de las nueve de la noche, terminamos de cerrar nuestras páginas y quedaban pocos minutos para el cierre de la votación para los ACE de Música. Por entonces, como casi todo, el sufragio era analógico y manual, con lápiz y papel. Salimos corriendo de la redacción en San Telmo, llegamos sobre la hora al primer piso de la Fundación Banco Patricios sobre la avenida Callao, nos dieron unas planillas y, sin pensar demasiado, pusimos crucecitas en los casilleros que creímos más pertinentes. Nuestros votos fueron los últimos, así que cerrado el acto eleccionario, ahí mismo los organizadores se pusieron a sumar. Andá a saber cómo, con Dani nos quedamos ahí, presenciando el recuento: alrededor de una mesa, en conciliábulo íntimo y cuasi secreto, tres o cuatro de los “periodistas” de chimentos más conocidos de la época leían las planillas, hacían cálculos y anunciaban el resultado. Todo transcurría en los términos por ellos esperado hasta que en un momento alguien cayó en la cuenta de que Los Chalchaleros –histórico megagrupo folklórico nacional– no aparecía en ninguna terna. Era la época en la que los Saravia anunciaban su retiro con giras-despedida que nunca lo eran del todo. “No, no puede ser”, dijo uno. “No, no… Tienen que estar”, dijo otro. “A ver… Pará: yo cambio mi voto. Poneme a Los Chalchaleros total Mercedes entra igual”. Resultado: Los Chalchaleros adentro. ¡Magia! Y todos felices.
Quiero creer que tres décadas más tarde, el proceso eleccionario para los Gardel es levemente más confiable.
Este fin de semana es largo porque este viernes es el Día de la Bandera. El aniversario número 205 del fallecimiento de Manuel Belgrano es buena ocasión para recomendar que compren a sus hijos “La pasión como bandera”, la biografía de don Manuel que escribí hace unos años para Norma Kapelusz. Belgrano es mi prócer preferido porque vanguardia, compromiso, valentía, inteligencia, lucidez y huevos. Y “La pasión como bandera” está escrito desde esa admiración.
Y como esta es –entre otras cosas– una newsletter de música, me despido este 20 de junio con dos canciones belgranianas que me honran.
Una: la sabrosura que hicimos para Mueva la Patria, la ópera-cumbia que escribimos y compusimos con Javier Aguirre, Eduardo Blanco y Pablo Marchetti en ocasión del Bicentenario.
Y otra: la cumbiamba a la que Leo Sujatovich puso música para la serie animada Zamba, y que cantó (ejem) León Gieco.
¡Feliz Día de la Bandera!
Soy Fernando Sanchez y esto es Fui Rock, una newsletter más en tu bandeja de entrada sobre casos y cosas de la música de pendeviejos como yo.
Apoyo y aguante
Si te ponés con un abono mensual, muy que más agradecido.
En pesos.
En dólares.
La suscripción paga a través de Substack, aquí.
Si querés compartir este posteo.