Hola, ser leyente.
Celebro que estés de nuevo aquí.
Si, en cambio, tu arribo a este sitio fue azaroso y es este tu debut fuirockero, compártote mi bio a modo de brújula. Se intitula “¿Y este quién es?”.
A las cosas.
Fui a la cancha por primera vez en 1976: amistoso Argentina-Rusia, resultado final 0-0. Gracias a YouTube puedo saber que fue el 28 de noviembre. Yo tenía 8 años y mi papá me llevó hasta Núñez para ver a Gatti: el Loco todavía no le había atajado el penal a Vanderley en Montevideo pero ya era mi ídolo. Antes de las remodelaciones mundialistas, el Monumental era como ahora pero con una tribuna menos e igual de gélido. La Bombonera recién la pisé cinco años después, pero fue glorioso: mi papá me llevó a ver cómo Diego le metía un gol de penal a Racing para salir campeón. Metro 1981. Fiesta.
Como vivíamos en Ituzaingó, Vélez y Ferro nos quedaban más cerca y esa fue la excursión futbolera más habitual. Volví a La Boca a fines de los 80, con amigos, todo muy lindo hasta que una vuelta, de regreso por la Almirante Brown, me afanaron el reloj.
Tardé décadas en volver.
Tomé la decisión de hacernos socios de Boca a fines de 2018. “En las malas mucho más”, digamos. Creí necesario sellar en un plástico azul y oro nuestra identidad familiar. Desde entonces vamos a la cancha todo lo que podemos, que no es mucho porque es difícil en condición de adherentes: de vez en cuando tercera sur y si podemos, alguna platea de abono solidario. La Bombonera está preciosa, mucho más ordenada y reluciente de lo que la recordaba. El equipo no tanto, pero la cuestión no es esa. ¿Cuál es, entonces? ¡Las canciones!
No voy a pontificar sobre nada relacionado a la “temática” de los cantitos. Para eso ya colaboré en un programa de tele, hace un par de años. Y me divertí bastante.
El asunto es otro.
En materia de cancionero, el recuerdo que tengo de mi paso por estadios en los 80 y 90 es pobre. No por los cantitos, sino por mi memoria. Obvio que los clásicos están grabados en el TDK mental y no tienen fecha de registro, quedaron ahí jamás sabré desde cuándo ni de qué manera. Y también están esos que, cuando suenan inesperadamente, despiertan esa palpitación en el pecho que solo se experimenta en la cancha. “Vale 10 palos verdes, se llama Maradona...”, ponele. Pero los hits de Sergio Denis, el perro Bobby, Creedence, Bonnie Tyler, Roque Narvaja, Roberto Carlos, Disco Samba, Víctor Heredia adaptados a la poética futbolera sonaron siempre y lo seguirán haciendo porque son como los Duravit: irrompibles.
Lo que confirmé en mi demorado retorno a las gradas es el invaluable aporte que nuestro rock criollo ha hecho a la playlist futbolera. Es obvio: por su propia condición de género de música popular, el rock lo tiene todo para sumar melodías a las hinchadas. Y aunque corre en desventaja frente a géneros decididamente más amigables para la tribuna como los que descienden del Trópico, logró imponer una interesante cantidad de hitazos. Algunos de verdad sorprendentes porque seré franco: ¿quién podría haber imaginado que una canción de Estelares llegaría a sonar en estadios de todo el país? “Cuando vas a la cancha, vas con el patrullero. Vos no tenés aguante, gallina vigilante” con la melodía de Ella dijo es una delicia, casi casi un error en la matrix.
No haré aquí la enumeración tediosa, con googlear “canciones de cancha originales” podés hacerte un festín. Y lo que también podés hacer si buscás playlist de canciones de cancha en Spotify es notar lo mismo que yo: que la cosecha rock&pop de hits para el tablón no es la de antes. Observemos: Los Auténticos Decadentes (top of the tops), Los Fabulosos Cadillacs, Fito, Calamaro (y Los Rodríguez), los Abuelos, Attaque, Kapanga, Turf, ponele La Mosca, ya dije Estelares y pará de contar. Es cierto que All Boys sumó a Callejeros, parece que San Lorenzo canta La Renga, La Beriso y Los Tipitos, que en La Bombonera se entonó alguna vez el hit pordiosero, que Chaca adaptó una de Bersuit, pero en casi todos los casos, se trata de temas que tienen dos décadas, mínimo. Podría decir sin demasiado temor a equivocarme que el rock argentino lleva casi 20 años sin meter un tema nuevo de cancha. De hecho, el más reciente parece ser el de Estelares, que se editó en 2006 y que en su loca vida tribunera llegó al Camp Nou.
La renovación de la set list de estadios tiene invariable clave tropical. Jambao, Los Gedes, Grupo Trinidad aportaron hitazos, pero otra vez: los más recientes datan de 2016. Casi una década. Por supuesto que suman gemas de antaño revisitadas por (como ejemplo) Nestor en Bloque (Una calle me separa suena que da gusto por La 12). Sin embargo, queda flotando una pregunta: ¿por qué no hay canciones nuevas, más recientes?
Para que una canción llegue a las tribunas antes debe ser un hit: si no es conocida, nadie va a cantarla. Y para convertirse en popular, cualquier canción requiere tiempo. ¿Pero cuánto? Que los temas más nuevos tengan 10 años, para mí es un dato. ¿De qué? ¡No sé!
Tiro una hipótesis: ¿no será que a las canciones de moda les faltan grandes estribillos?
Como recién estoy entrándole a los géneros urbanos, no me encuentro en condiciones de afirmar nada demasiado tajantemente. Algo, empero, es evidente: que miles de gargantas logren meter en tiempo y tono una pila de rimas rapeadas a toda velocidad no parece tarea sencilla. Acaso en esa dificultad seminal radique una primera explicación al “problema”.
No descarto la posibilidad de estar orinando fuera del recipiente, de manera que si conocés hinchadas que hayan adaptado y adoptado temas de Trueno, Duki, Biza o Lali (por decir algo), me los hagas llegar por acá:
Mientras tanto, me quedo con mi hipótesis: la música de moda no es tribuna-friendly.
Antes de despedirme, un recomendado. Si te enganchaste con el asunto de este posteo, no dejes de leer el librito de Manuel Soriano. Es una pequeña joya a la que el título de la newsletter de esta semana rinde feliz tributo.
Soy Fernando Sanchez y esto es Fui Rock, una newsletter más en tu bandeja de entrada sobre casos y cosas de la música de pendeviejos como yo.
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