Hola, ser leyente.
Este es mi primer posteo aquí, así que tal vez percibas cierta imprecisión de mi parte. Es lo esperable: se trata de un medio nuevo para mí, con características y lenguaje propios a los que iré adaptándome a través del viejo y querido método del ensayo y el error. La próxima será mejor, es promesa.
Una sugerencia: si llegaste a este lugar sin tener la menor idea de quién es la persona que escribe, te invito a leer mi breve bio titulada “¿Y este quién es?”.
Si ya me conocés (o si ya leíste el texto sugerido, o si elegiste aventurarte en la lectura a ciegas), avancemos.
¿Qué vas a encontrar acá? ¡Excelente pregunta! Aún no lo sé con exactitud, para qué mentirte. En principio, imagino textos sobre música, músicos, periodismo, medios, algo que hice durante muchos años y cada tanto retomo; textos nunca del todo serios, nunca lo suficientemente en joda, espero siempre mínimamente interesantes. Haré uso y abuso de mi archivo, que es suculento y –creo– valioso. Y despuntaré el vicio del cagatintas que nunca dejaré de ser. Buscaré tener una nueva publicación cada dos semanas. Si te suscribís, llegará a tu casilla de correo electrónico con toda la puntualidad de la que soy capaz. A cambio, y solo si considerás que lo amerita, podrás darme tu apoyo mediante un modesto pero no por ello menos importante abono mensual.
¿Por qué “Fui Rock”? ¡Ni idea! Te invito a descubrirlo conmigo.
Hecha la presentación formal, a las cosas.
Abandoné el periodismo de rock cuando me sentí total y absolutamente atrapado por la frase-lápida “esto ya lo hacía Pirulo”, toda vez que “Pirulo” podría ser cualquier artista de música popular más o menos consagrado cuya trascendencia hubo sido alcanzada en algún momento de la segunda mitad del siglo XX. (Ya volveré sobre el asunto “periodismo de rock”: tengo algunas ideas al respecto –sobre el “periodismo de rock” en particular y el “periodismo de espectáculos” en general– pero prefiero dejarlas para otro día. En la medida de mis posibilidades, evitaré el perdigonazo temático.) No habría sido prudente seguir ejerciendo el oficio con el botoncito de la “capacidad de sorpresa” roto.
La vida, el quehacer de la escritura, la revista Barcelona bifurcaron mi camino, y fue así que de llevar una vida 24x7 dedicada a escuchar, ver, pensar, escribir, discutir, fascinarme y burlarme del rock, entré en mute. O casi: la presencia de hijos en edad de barullo reformuló la playlist hogareña y revalorizó los breves instantes de silencio. Sin darme cuenta, la música (y más específicamente, el rock) se volvió un bien casi suntuario, reservado para ocasiones precisas: viajes en auto; visitas de Foo Fighters, Café Tacuba y el Cuarteto de Nos; invitaciones de los Decadentes; no mucho más. Cuando empezaba a extrañar los CDs que me regalaban las compañías discográficas, llegó Spotify. Y lamenté haber abandonado mis viejos contactos con la prensa de rock solo cuando tuve que pagar los tickets para no perderme a Guns N’Roses, Green Day, Stevie Wonder, Paul McCartney. Me acompañó durante esos años la absurda certeza de que no me estaba quedando afuera de nada especialmente nuevo ni interesante.
Aquella sensación de “esto ya lo hizo antes Pirulo” me asaltó en pleno auge de la tercera camada del rock suburbano para estadios (cito al boleo: La 25, Gardelitos, Callejeros, La Beriso, Las Pastillas del Abuelo, ¡Pier!), y derivó en una plácida siesta solo interrumpida por ocasionales sorpresas gratas como El Mató, El Kuelgue o Los Espíritus, bandas que descubrí cuando ya no eran ninguna novedad. No soy un melómano; puedo vivir sin música. A las pruebas me remito; transcurrieron casi otros 20 años y sigo acá. Ergo: no preciso estar al tanto del último lanzamiento. Con lo que conozco ya me alcanza, y con lo que ofrece Spotify, me sobra.
Así fue hasta... ¿2021? No puedo precisar la fecha pero sí el contexto: fue cuando mi hijo menor empezó a hacerse cargo del reproductor de música en el coche. Primero fue Wos, de quien ya me había hablando mi otro hijo, el mayor, porque años antes lo llevaba a Parque Rivadavia para ver las batallas de El Quinto Escalón, yo pensando que se trataba de “cosa de pibes”. Muy bien: el concierto de Wos en la cancha de Argentinos Juniors fue una revelación absoluta para mí.
Después fue Milo J. Mi hijo menor tenía 14 y estaba fascinado con un músico de 16. ¿A ver? Ah, bueno... ¿De verdad tiene 16? ¿Y ya tiene disco? No, va sacando temas. Me encanta. Va a hacer uno con Biza. Viste cómo canta. Explotó Milo J, pa. Tiene millones de reproducciones. Es tapa de Rolling Stone. ¿Vos trabajaste en esa revista, no? Sí, pero nunca la compré. ¿Me la comprás?
También compramos tickets para ver a Milo J jugar de local en lo que para mí siempre será “la cancha nueva” del Deportivo Morón porque la vieja es la que quedaba al lado del Dorrego, mi colegio secundario (en ese espacio, donde alguna vez jugó el Cosmos de los Estados Unidos, hoy hay un supermercado). Ya no fue una revelación: fue la confirmación de que en los últimos años, mientras yo escuchaba para otro lado, acá pasaron cosas MUY grossas.
El proceso fue lento y (como se dice ahora) orgánico: no me guiaron solo los algoritmos sino la intuición y (fundamentalmente) los oídos de mis hijos. Fue cuestión de abrir el dique para que entren Dillom, Ca7riel&Paco Amoroso, Louta, Nathy Peluso, Zoe Gotusso, Trueno, Barro, Kamada, Winona Riders, Cindy Cats… La conclusión es tan obvia como feliz. Sintéticamente: ¡qué maravillosa generación de músicos estuve ignorando! ¡Cuánto artista magnífico nació, se desarrolló y se consagró mientras yo creía que todo estaba inventado! Es indignante todo lo que uno puede desaprovechar por puro prejuicio.
Pocos géneros musicales se forjaron en semejante contradicción como el rock, que declamó libertades imponiendo dogmas. Y sí: yo fui rock. Peor aún: fui “periodista de rock”. Arrastraré por este mundo la vergüenza de haber sido y el dolor de ya no ser.
Pero ya pasó. Desbloqueado ese nivel, han cantado línea y continuamos para bingo. Veremos en qué deriva este espacio.
Soy Fernando Sanchez y esto es Fui Rock, una newsletter más en tu bandeja de entrada sobre casos y cosas de la música de pendeviejos como yo.
Apoyo y aguante
Antes de que te vayas, te pido algo: solo si lo considerás oportuno y posible, además de compartir este posteo y los que vengan, podés hacerme el aguante mediante un modesto pero no por ello menos importante abono mensual. En tal caso, además de agradecerte infinito, te consideraré suscriptor o suscriptora VIP.
Importante: el sistema de suscripción paga de Substack (la plataforma que aloja esta NL) no admite los devaluados pero necesarios pesos argentinos. Ergo: para que puedas abonarte en moneda nacional no me quedó más alternativa que caer en brazos del amigo Galperín.
Las opciones de abono a través de Mercado Pago en pesos son estas:
El abono en dólares desde luego muy bienvenido:
La suscripción paga a través de Substack es por acá.
Tocayo querido, me emocionó la mención al querido Dorrego de Morón, el dato sobre el Cosmos de NY en el Francisco Urbano y la confirmación tácita de haber asistido a recitales sin pagar -("Con tu sucio carnecito siempre estás acreditado. Cagatinta garronero, todo lo ves de colado" ). Pero no sólo fuiste rock por cubrir durante años recitales, hacer notas a estrellas o críticas de discos. Fuiste Rock porque formaste parte haciendo rock, o World Press Music.
Señor, uusted se tiene que arrepentir de haber omitido ese dato mínimo vital y móvil:
Abrazo grande y exitos en este nuevo proyecto de Fui Rock (en realidad, SOS ROCK, nenenenenennnnnnn)
muy lindo leerte Fernando, éxitos en esta nueva etapa