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¿Estamos?
“El periodismo es lindo porque se conoce gente es un dicho irónico, incluso con una dosis de escepticismo, pero cercano a la verdad. Estar en un medio habilita la contraseña de acercarse a seres de las más variadas índoles. A mí me pasó muchas veces. Y no me avergüenza reconocerlo. Con la excusa de la entrevista pude conocer a personas que me interesaban, admiraba o, simplemente, no conocía y me daba mucha curiosidad conocer.”
El periodismo es lindo porque se conoce gente es el título del nuevo libro de Carlos Ulanovsky, y el texto de acá arriba es parte de su introducción. Un par de líneas antes, en una de las muchísimas y siempre agudas definiciones de “periodismo” y “periodista”, Carlos dice que “el periodista no debe temerles a cualidades como la inventiva y la exageración y, de una buena vez, aceptar que en cada uno de nosotros anida un cholulo”.
Carlos da en el clavo, por supuesto.
El libro –el número 27 de su biblioteca personal– es un precioso tributo a este oficio que hace un tiempo creíamos en vías de extinción y ahora resulta que para el Presidente y su jauría rabiosa (solo por ahora) virtual es la actividad que ejercemos quienes no somos lo suficientemente odiados y odiadas. Curiosa manera de resucitar, la del periodismo.
Mientras el Presidente recupera conceptos dados oportunamente de baja como la injuria y la calumnia para perseguir judicialmente a periodistas, Carlos se toma el trabajo de reivindicar con respeto, algo de nostalgia y mucho cariño la labor, el legado, las historias de redacciones en las que se cocinaron algunos de los medios más trascendentes de los últimos 50 años. (Una lista que, con la generosidad infinita de Ula, incluye a nuestra revista Barcelona.)
Pero más allá de los cuentos que protagonizan a algunos de nuestros héroes de la tinta y papel, admito que lo que más me identifica del libro es la idea de que somos periodistas porque somos un poco cholulos. ¡Porque es verdad!
Es probable que muchos y muchas de mi generación y de las anteriores hayan elegido el oficio de periodista con el ambicioso sueño de cambiar el mundo. Sin embargo, las ganas de compartir un rato con celebridades admiradas, al menos en mi caso, fueron más fuertes que cualquier utopía. No puedo hablar en nombre de nadie, pero soy periodista: suelo generalizar. Entonces puedo afirmar que la mayoría de los y las periodistas de cultura, espectáculos y deportes son o al menos fueron cholulos, personas movidas por el placer más o menos culposo de conocer a quienes admiran.
Wikipedia, siempre mejor informada que las IAs tan en boga, define “cholulo/a” como un argentinismo. “Persona «frívola», «superficial»; de allí derivó la palabra cholulismo referida a la admiración excesiva por personajes de fama. Su origen es una historieta ideada por el periodista Mariano de la Torre Carlés y el dibujante Oscar Blotta y recreada más adelante por el dibujante Toño Gallo, cuyo personaje era una joven bautizada Cholula que tenía esas condiciones.”
Dejo para otro posteo el debate sobre si el resultado del trabajo de cagatintas de estas “secciones” puede o no ser considerado “periodismo”. Solo consignaré aquí que esta idea de que sea el cholulismo uno de los motores del periodismo tal vez no alcance para abordar especialidades del oficio como los hechos policiales, la economía o los casos judiciales, aunque también es cierto que hay gente para todo así que andá a saber si alguien no llegó a esto gracias a la fascinación por el odontólogo Barreda.
En mi caso, no tengo dudas: me dediqué al periodismo porque quería conocer a mis ídolos. Y en muchos casos, lo conseguí. En algunos, además, tengo prueba fotográfica que documenta los encuentros.









También me dediqué al periodismo porque quería ser como Carlos Ulanovsky, pero eso lo conté con detalle en Querido Ula, el libro de 2023 con el que 80 periodistas celebramos los 80 años del maestro.
(Tengo una foto con Carlos, pero estamos en la playa y en paños menores: me la reservo para mí.)
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